Debido al aforo limitado, las entradas deben adquirirse en línea con antelación. Con la entrada, usted determina su admisión para un periodo de 30 minutos de libre elección (por ejemplo, admisión entre las 11 y las 11.30 horas en el centro de visitantes).
Si se pasa de la hora de reserva o compra la entrada in situ, sólo se podrán asignar las plazas restantes, lo que puede dar lugar a tiempos de espera más largos.
Se recomienda llevar calzado resistente y ropa de abrigo. La temperatura suele ser bajo cero, incluso en verano.
Durante la visita a la cueva, hay que ascender un total de 134 metros de altitud. Esto equivale aproximadamente a recorrer las escaleras de un bloque de pisos de 40 plantas. También en este caso depende de cada visitante decidir si está dispuesto a realizar el esfuerzo.
Sin embargo, la belleza de las esculturas de hielo y las impresionantes dimensiones de la cueva compensan cualquier esfuerzo. El ritmo de la visita se adapta al grupo de visitantes. No obstante, se desaconseja la visita a las personas con graves dificultades para caminar o problemas cardiovasculares.
Es responsabilidad de los padres decidir si confían o no en que sus hijos caminen por la fría cueva. La experiencia ha demostrado que los niños pequeños, de hasta 3-4 años, suelen esforzarse demasiado. En cualquier caso, hay que procurar que vayan suficientemente abrigados. Así que no olvide un gorro y guantes.
La visita a la cueva de hielo es especialmente recomendable en días bonitos y calurosos. La vista panorámica desde la entrada más allá del valle del Salzach hasta los picos nevados del Hohe Tauern es particularmente impresionante.
Por supuesto, el Eisriesenwelt también está abierto a los animales. Sin embargo, le recomendamos que sólo lleve a su perro si no tiene problemas con las escaleras.
Por motivos de organización, no se permite filmar ni fotografiar en la cueva. Rogamos su comprensión ante esta medida desagradable pero necesaria.
Sobre el desarrollo del mundo de los gigantes de hielo
Una breve visión
a nuestra historia
Hasta finales del siglo XIX, esta cueva seguía siendo completamente desconocida, entre otras cosas por su ubicación expuesta en las altas montañas y también por la falta de interés en la exploración de cuevas en aquella época.
No fue hasta 1879 cuando el naturalista salzburgués Anton von Posselt-Czorich penetró unos 200 metros en la oscuridad de esta cueva y descubrió oficialmente el mundo de los gigantes de hielo. Un año más tarde, publicó un informe detallado sobre su descubrimiento en la revista del Club Alpino. Sin embargo, la cueva volvió a caer en el olvido.
Tras la Primera Guerra Mundial, otros exploradores como Friedrich y Robert Oedl y Walter Czernig fueron pioneros en explorar los laberintos kilométricos de este sistema de cuevas.
A medida que esta maravilla natural única se hacía cada vez más conocida, el interés turístico no tardó en crecer. Ya en 1920, se construyeron una "cabaña del explorador" y las primeras instalaciones primitivas de escalada hacia y dentro de la cueva para que los visitantes pudieran explorarla.